"Si no tienes ganas de ser frustrado jamás en tus deseos, no desees sino aquello que depende de ti".
Epicteto de Frigia - Filósofo grecolatino (55-135)
"Cuando el arquero dispara gratuitamente, tiene con él toda su habilidad”.
El proverbio explica que cuando el arquero dispara esperando ganar una medalla de bronce, ya se pone algo nervioso. Cuando dispara para ganar una medalla de oro, los nervios y la tensión le invaden pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos.
Su habilidad no ha cambiado pero el premio lo
divide, pues el deseo de ganar le quita la alegría y el disfrute de disparar.
El deseo de triunfo y el resultado para conseguir
el premio se han convertido en enemigos que le roban la visión, la armonía y el
goce.
Hay dos tipos de deseos: aquél que solamente si se
cumple te hace feliz, y aquél que no importa si se cumple o no, igual te deja
feliz.
El primero es una esclavitud, pues depositas en
otra persona o situación tu felicidad o sufrimiento.
El segundo deja abierta otras alternativas: si se
cumple soy feliz, si no se cumple, busco en otro lado.
Pero hay un tercer modo de vivir los deseos: como
estímulos para la sorpresa, como un juego en donde lo que más importa no es
perder o ganar, sino jugar, la alegria del mismo juego y no el deseo de aplausos
El deseo marca siempre una dependencia. Todos dependemos, en cierto
sentido, de alguien (el panadero, el lechero, el agricultor, etc., que
son necesarios para nuestra organización). Pero depender de otra persona
para tu propia felicidad es, además de nefasto para ti, un peligro,
pues estás afirmando algo contrario a la vida y a la realidad.
Por tanto, el tener una dependencia de otra persona para estar alegre
o triste es ir contra la corriente de la realidad, pues la felicidad y
la alegría no pueden venirme de fuera, ya que están dentro de uno. Sólo
yo puedo actualizar las potencias de amor y felicidad que están dentro
de mí y sólo lo que yo consiga expresar, desde esa realidad mía, me
puede hacer feliz, pues lo que me venga desde afuera podrá estimularme
más o menos, pero es incapaz de darme ni una pizca de felicidad.
Los deseos buenos son estímulos y los malos son apegos, estos últimos son base del sufrimiento y nos vuelven vulnerables. Cuando se desea algo compulsivamente y en ello va la felicidad se expone a la desilusión de no conseguirla.
"Lo mucho se vuelve poco con sólo desear otro poco más".
Francisco de Quevedo - Escritor español.(1580-1645)
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