Gregorio Marañón - médico, científico, historiador, escritor y pensador español (1887-1960)
En los últimos años parece que la urgencia, el apuro es condición imprescindible para vivir.
En los últimos años parece que la urgencia, el apuro es condición imprescindible para vivir.
Estamos
apurados, agobiados por la urgencia. Velocidad es una
constante, todo tiene que ser ya, nos apuramos por lograr objetivos, tener respuestas,
solucionar problemas, obtener resultados, apurados por tener... no sabemos que.
Vivimos
contra reloj. Conducimos, comemos, hablamos, pensamos rápido y no escuchamos,
la mente no tiene sosiego, los pensamientos van y vienen y nada puede ser lento
porque queda fuera de foco e interfiere con el ritmo vertiginoso que el mundo nos exige y los avances acelerados de la
humanidad.
Computadoras, automóviles, comunicaciones, aviones, todo debe tener
rapidez para ser tenido en cuenta, a riesgo de quedar obsoleto.
Insistimos
y llegamos al final del día contracturados, estresados y malhumorados, por no
haber podido alcanzar los tiempos requeridos. Y por hacerlo nos perdemos de
contemplar los mejores momentos de la vida, de disfrutar el camino, el
recorrido, de escuchar, acompañar, meditar y contemplar.
El
zen dice que cuando la "mente aquí y ahora" desaparece, el cielo
entero desaparece. Cuando la "mente aquí y ahora" aparece, la gran
tierra aparece.
Cuando
cada momento es "mente aquí y ahora". Sin miedos, sin preocupaciones,
uno asiste al espectáculo feliz de su propia existencia.
Entonces:
a dónde vamos tan rápido? a dónde queremos llegar?, ¿Nada es suficiente?. No hay
dinero, poder, o fama que nos proporcionen más que un alivio momentáneo,
luchamos con situaciones, a veces externas y a veces creadas por nosotros
mismos.
Qué
estamos haciendo de nuestra vida, esta maravillosa oportunidad que nos ha sido
regalada? Ella ocurre aquí y ahora, pero tendemos a no estar presentes, y a
esperar disfrutar en el futuro.
Vivir
deprisa no es vivir, es sobrevivir. Nuestra cultura nos inculca el miedo a
perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar
la “vida” Hemos
perdido la capacidad de esperar así como de disfrutar del ocio y la recreación tan necesarios para llevar una vida sana y plena. La mejor
forma de aprovechar el tiempo no es hacer más cosas apurándonos, sino buscar el
ritmo adecuado para cada una.
Un primer paso para frenar es dar prioridad a las
cosas importantes y dejar ir todo lo demás, entonces comienza a desaparecer la
presión, disminuir la velocidad trae calma interior. Si no lo hacemos cada vez tendremos más dificultades que las que hoy estamos
teniendo para crear y crecer como personas y disfrutar del breve tiempo en que vivimos sobre ésta tierra.
"Dios creó el tiempo pero el hombre creó la prisa". - Proverbio Irlandés
"Dios creó el tiempo pero el hombre creó la prisa". - Proverbio Irlandés
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