"En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos."
Marie von Ebner Eschenbach - escritora austríaca (1830-1916)
La vejez es una etapa vital que comienza entre los 60/ 65 años, y que finaliza con la muerte biológica, en la que ocurren cambios permanentes, con pérdidas, crisis y reorganización de un proyecto. Los cambios en la vejez son biológicos, psíquicos y sociales. Pero el impacto en cada persona depende de su personalidad y de las condiciones en que vive: hay personas que toman la vejez como una oportunidad para desarrollar proyectos postergados o disfrutar de la vida con otros tiempos; y otras que la viven con un estado de disminución de la autoestima, inseguridad y extrañeza de la identidad.
Comparto aquí un texto muy movilizador para reflexionar y tomar conciencia.
Todo hijo es padre de la muerte de su padre
"Hay una ruptura en la historia de la familia, donde
las edades se acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido: es
cuando el hijo se convierte en el padre de su padre.
Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si
estuviera dentro de la niebla. Lento, lento, impreciso.
Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la
mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo. Es cuando el padre, una vez
firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de levantarse
de su lugar.
Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y
ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la
ventana - todo corredor ahora está lejos.
Es cuando uno de los padres antes dispuesto y trabajador
fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda sus medicamentos.
Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar
que somos responsables de esa vida. Aquella vida que nos engendró depende de
nuestra vida para morir en paz.
Todo hijo es el padre de la muerte de su padre.
Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el
último embarazo. Nuestra última enseñanza. Una oportunidad para devolver los
cuidados y el amor que nos han dado por décadas.
Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros
bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la
distribución de los muebles para nuestros padres.
La primera transformación ocurre en el cuarto de baño.
Seremos los padres de nuestros padres los que ahora
pondremos una barra en la regadera.
La barra es emblemática. La barra es simbólica. La barra es
inaugurar el “destemplamiento de las aguas”.
Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una
tempestad para los viejos pies de nuestros protectores. No podemos dejarlos
ningún momento.
La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por
las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas .
Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer
es incluso subir escaleras sin escalones.
Seremos extraños en nuestra propia casa. Observaremos cada
detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación. Seremos
arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados. ¿Cómo no previmos que nuestros
padres se enfermarían y necesitarían de nosotros?
Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de
caracol. Lamentaremos todos los obstáculos y la alfombra.
Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su
muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco
cada día."
Fabrício Carpinejar - poeta, cronista y periodista brasileño contemporáneo;
"Todo filho é pai da morte de seu pai" versión al español Zorelly Pedroza
Hay un momento de la vida en que los padres, al perder su autonomía -por limitaciones físicas o pérdida de facultades
mentales- hacen que sus hijos deban
convertirse en padres de sus padres. Ver a los padres envejecer no es fácil.
Hay que empezar a tomar decisiones por ellos y esto resulta muy difícil porque ellos no quieren perder su autonomía; el adulto mayor se vuelve muy dependiente en lo
cotidiano y esto implica que la familia deba reacomodar los
roles, generando modificaciones en la estructura familiar, es una tarea ardua y agotadora.
Debemos escucharlos, abrazarlos, acariciarlos, ... dedicándoles el tiempo equivalente al que nos dedicaran
en la infancia, el tiempo equivalente a nuestra adolescencia, un buen tiempo,
un tiempo interminable, ... hacerles sentir que estamos ahí ... es lo que ellos necesitan, es lo que ellos desean.
"Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara."
Michel Eyquem de la Montaigne - filósofo, escritor y ensayista francés (1533-1592)
Leer esto es el sacudón necesario para darnos cuenta de situaciones que a veces no queremos ver. Triste y real.
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