Michel Eyquem de Montaigne - Escritor y filósofo francés.(1533-1592)
Un texto cuyo autor desconozco, que he leído en muchas ocasiones, -del que no pretendo analizar su valor
literario-, que resulta esperanzador, en un momento en el que abundan los sucesos negativos.
Es estímulo para seguir creyendo en aquellos que aún hoy -en éste caótico mundo- están dispuestos a tender la mano, levanta el ánimo a quien lo lee y reafirma el sentir de que ... vale la pena vivir.
Por todo ello me gustó la idea de
compartirlo.
Benditos
sean los que tienden la mano para ayudar, los que intentan comprender, los que
anhelan compartir.
Benditos sean lo que para dar su opinión no necesitan subirse a ningún podio, los que se hacen tiempo para escuchar y los que saben que siempre hay algo por aprender.
Benditos sean aquellos que tratan de pulir y de borrar sus mezquindades y no simplemente de ocultarlas.
Benditos sean los buenos amigos y el culto a la amistad.
Benditos sean los que llenan las noches de filosofía, los que riegan los caminos hacia la utopía con batallas épicas y los que a cada historia de amor la cargan de locuras.
Benditos sean los que disfrutan del sol y de la luna, del cielo abierto y de la noche cerrada, de escalar la montaña y de zambullirse en el mar.
Benditos sean los que pueden eludir la costra y ver la esencia, los que pueden gozar de la poesía que tiene este mundo maravilloso.
Benditos sean los que no abandonan sus principios ni sus raíces, pero que no se cierran a los cambios ni renuncian a intentar volar.
Benditos sean los que sueñan despiertos, sobre todo si sueñan mejorar el mundo que los rodea, y benditos los que del sueño saltan a la acción.
Benditos los que leen lo que otros escriben, los que escuchan atentamente a quienes tienen necesidad de hablar y los que pierden, a conciencia, para que gane un ser querido.
Benditos sean los que odian el egoísmo, el dolor, y la apatía ante la injusticia.
Benditos sean los que creen que nunca se llega al ideal pero luchan con pasión infatigable por sus ideales.
Benditos sean los que entienden que el amanecer en la playa, el pan recién horneado, la música y las caricias son partes de una fiesta que merecemos todos.
Benditos sean los que piden perdón, los que dicen gracias y los que no se olvidan de decir por favor.
Benditos sean los que aspiran que el mundo tenga lugar suficiente tanto para la hormiga laboriosa como para la cigarra, con su tan necesario arte.
Benditos sean los que quieren abolir las quejas, los que quieren que asciendan mucho los de abajo y desciendan un poco los de arriba, benditos los que quieren que la muerte muera.
Benditos sean los que no subsisten sollozando, mientras esperan el milagro, sino que se proponen forjar algo milagroso.
Benditos sean los que se arriesgan por las causas perdidas, por conquistar corazones y por el bien de los amigos.
Benditos sean los que se arriesgan a mostrar sus sentimientos.
Benditos sean los que se arriesgan.
Benditos sean los que aman la vida.
Benditos sean lo que para dar su opinión no necesitan subirse a ningún podio, los que se hacen tiempo para escuchar y los que saben que siempre hay algo por aprender.
Benditos sean aquellos que tratan de pulir y de borrar sus mezquindades y no simplemente de ocultarlas.
Benditos sean los buenos amigos y el culto a la amistad.
Benditos sean los que llenan las noches de filosofía, los que riegan los caminos hacia la utopía con batallas épicas y los que a cada historia de amor la cargan de locuras.
Benditos sean los que disfrutan del sol y de la luna, del cielo abierto y de la noche cerrada, de escalar la montaña y de zambullirse en el mar.
Benditos sean los que pueden eludir la costra y ver la esencia, los que pueden gozar de la poesía que tiene este mundo maravilloso.
Benditos sean los que no abandonan sus principios ni sus raíces, pero que no se cierran a los cambios ni renuncian a intentar volar.
Benditos sean los que sueñan despiertos, sobre todo si sueñan mejorar el mundo que los rodea, y benditos los que del sueño saltan a la acción.
Benditos los que leen lo que otros escriben, los que escuchan atentamente a quienes tienen necesidad de hablar y los que pierden, a conciencia, para que gane un ser querido.
Benditos sean los que odian el egoísmo, el dolor, y la apatía ante la injusticia.
Benditos sean los que creen que nunca se llega al ideal pero luchan con pasión infatigable por sus ideales.
Benditos sean los que entienden que el amanecer en la playa, el pan recién horneado, la música y las caricias son partes de una fiesta que merecemos todos.
Benditos sean los que piden perdón, los que dicen gracias y los que no se olvidan de decir por favor.
Benditos sean los que aspiran que el mundo tenga lugar suficiente tanto para la hormiga laboriosa como para la cigarra, con su tan necesario arte.
Benditos sean los que quieren abolir las quejas, los que quieren que asciendan mucho los de abajo y desciendan un poco los de arriba, benditos los que quieren que la muerte muera.
Benditos sean los que no subsisten sollozando, mientras esperan el milagro, sino que se proponen forjar algo milagroso.
Benditos sean los que se arriesgan por las causas perdidas, por conquistar corazones y por el bien de los amigos.
Benditos sean los que se arriesgan a mostrar sus sentimientos.
Benditos sean los que se arriesgan.
Benditos sean los que aman la vida.
"Vivir no consiste en respirar sino en obrar".
Mao Tse-Tung - estadista chino (1893-1976)
Mientras hayan personas así el mundo será un poquito mejor.
ResponderBorrarGracias por tu comentario. Pienso lo mismo.
BorrarUna buena inyección de optimismo. Muy bueno.
ResponderBorrarLO MAXIMO MUY BUENO...
ResponderBorrarGracias Navi, por tu visita, por tu tiempo y por comentar. Serás Bienvenido cada vez que quieras volver.
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