“Ni siquiera un espejo
te mostrará a ti mismo si no quieres ver.”
Roger Zelasny – escritor
estadounidense (1937-1995)
Querernos
a nosotros mismos, aceptarnos y valorarnos es la intención que debe animarnos, sin
embargo conseguir ese propósito no siempre es sencillo, fácilmente nos enojamos y nos cuesta disculpar nuestras equivocaciones, nos pedimos cuentas
por lo que no logramos, nos paramos frente al espejo -que es mucho más que el objeto que nos da la posibilidad de coquetear- y caemos en el
error de compararnos con otras personas.
Mantenemos una
peculiar y compleja relación entre nosotros, la imagen que de nosotros
tenemos, y la que vemos cuando la realidad nos hace detenernos, la que el espejo nos devuelve, esa que variará de acuerdo
a nuestro estado de ánimo, que nos hará felices o nos disgustará, de la que estaremos satisfechos o nos frustará, nos ocasionará preocupaciones o nos liberará de
ellas, y sin duda condicionará nuestra autoestima.
Y
no sólo nos miramos cuando nos arreglamos, la imagen además de mostrarnos ojos nariz y boca, también será nuestro interlocutor, con
ella discutiremos, esa proyección que de nosotros vemos reflejada, nos
interpelará cuando cansados del trabajo diario nos miramos y vemos sólo ojeras,
reiremos frente al espejo nuestras
alegrías y lloraremos las angustias mientras nos peinamos.
Frente
al espejo nos daremos ánimo antes de la entrevista de trabajo, e intentaremos
encontrar los motivos por los que fracasamos en la cita que nos desvelaba, el
espejo será quien escuche confesiones que a nadie más que a nosotros mismos
diríamos y en lo que su imagen nos diga confiaremos cuando necesitemos afirmarnos
para enfrentar un desafío. Y no es algo que sólo las mujeres hagan creyéndolo relacionado únicamente a la pretendida vanidad femenina, como dictan las reglas establecidas por la sociedad, tambien los hombres se miran al espejo cuestionándose mientras se afeitan, o cuando quieren afirmar su imagen.
El
hábito de pararnos ante el espejo viendo lo físico, nos lleva sin darnos cuenta
a asomarnos al interior, sorprendiéndonos con lo que no vemos, con lo que nos
ocultamos, y permite bucear en las virtudes, defectos, prejuicios, miedos e
inseguridades que tenemos o creemos tener haciendo catarsis, recomponiendo los
trozos para saber si somos, como somos y con confianza seguir adelante con una visión positiva.
“No debemos olvidar que
lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo
tiempo más extraña de nuestra propia realidad.”
Ana Maria Matute -
escritora española (1925-2014)
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