"Castiga a los que tienen envidia haciéndoles bien." - Proverbio árabe
En el relacionamiento cotidiano, muchas veces nos sorprendemos con la actitud de personas que creíamos conocer y que de pronto se nos muestran en una faceta diferente, rencorosa, egoísta, frente a otras personas y situaciones que las involucran, manifestando comentarios y críticas negativas en una clara demostración de sentimientos de frustración y envidia hacia el otro.
En el relacionamiento cotidiano, muchas veces nos sorprendemos con la actitud de personas que creíamos conocer y que de pronto se nos muestran en una faceta diferente, rencorosa, egoísta, frente a otras personas y situaciones que las involucran, manifestando comentarios y críticas negativas en una clara demostración de sentimientos de frustración y envidia hacia el otro.
La envidia
acompaña al hombre desde siempre, ya en los tiempos bíblicos lo vemos en el antiguo
relato de Caín y Abel, nadie escapa a valorar lo que otros tienen y de lo que
carece y a desear conseguirlo, el dinero cuando nuestra situación económica es
mala, la consideración cuando nos sentimos ignorados, la salud cuando estamos
enfermos, sin embargo lo preocupante es cuando ese deseo resulta en una sensación
desagradable que puede implicar reacciones inadecuadas.
El escritor
español Carlos Ruiz Zafón en su libro ‘El juego del ángel’, lo describe en su
aspecto como antivalor y aquí les dejo un breve fragmento:
"La envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá."
... ...
A
veces disfrazamos de ‘sana envidia’ aquellos deseos que nos motivan a querer lo
que otros tienen o hacen, en un intento por no sentirnos mal con nosotros
mismos, aunque sin duda eso sucede cuando la emoción que nos mueve no está
alimentada por sentimientos mezquinos, sino por un impulso del momento, pero no
nos mintamos que no por ello deja de ser envidia.
La
envidia nos lleva a sobrevalorar la vida, posibilidades y méritos de los demás y
sentir devaluada nuestra existencia, sintiéndonos inseguros e infelices, sólo
podrá ser beneficioso tratar de ver todo lo bueno –mucho o poco-, que nos
rodea, valorándolo así como tratar de empatizar con los demás poniéndonos en
sus zapatos y reconociendo el esfuerzo como parte de sus logros.
Penosamente
la envidia existe y es mucho más común de lo que sería deseable, una contradictoria
y desagradable emoción que surge de la comparación entre nosotros y quienes nos
rodean, colocándonos en el lugar de víctima sin darnos cuenta que en ese camino
sólo encontraremos la insatisfacción de ver como injustas las situaciones y
oportunidades de los demás y el dolor de que no nos pertenezcan..
"Nuestra envidia dura siempre más que la dicha de aquellos que envidiamos."
François de la Rochefaucauld - escritor francés (1613-1680)
François de la Rochefaucauld - escritor francés (1613-1680)
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