"Un niño puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea."
Paulo Coelho - escritor brasileño contemporáneo
Muchas veces los niños, libres de
prejuicios e inhibiciones, con la mente
abierta, el corazón limpio y su bendita inocencia, nos sorprenden con sus
actitudes, modos de hacer, en ocasiones sacándonos de nuestros límites,
haciéndonos perder la paciencia, pretendiendo corregirles, y cuando eso nos sucede tenemos que detenernos
a pensar si son ellos o somos nosotros los que estamos en el lugar equivocado.
El cuento que les comparto ‘Charco
de Lodo’, que encontramos en ‘El libro de los cuentos’ es un ejemplo de ello:
Cuando veo dientes de león, veo
hierba dañina invadiendo mi patio. Mis hijos ven flores para la madre y soplan
la pelusa blanca pensando en un deseo.
Cuando veo un mendigo que me
sonríe, veo a una persona sucia que probablemente quiere que le de dinero y eso
me pone molesto. Mis hijos ven a alguien que les sonríe y ellos responden con
otra sonrisa.
Cuando oigo una música, me gusta.
Pero no sé cantar y no tengo ritmo; entonces me siento y escucho. Mis hijos
sienten el ritmo y bailan. Cantan y si no saben la letra, crean la suya propia.
Cuando siento un fuerte viento en
mi rostro, me esfuerzo contra el. Lo siento despeinándome y empujándome para
atrás cuando voy caminando. Mi hijos cierran sus ojos y abren sus brazos y
vuelan con él, hasta que caen riendo en el suelo.
Cuando rezo, digo tú y nosotros,
y concédeme esto y dame aquello. Mis hijos dicen, ¡Hola Dios!, te doy las
gracias por mis juguetes y mis amigos. Por favor, manten lejos los malos sueños
hoy por la noche. Yo todavía no quiero ir al cielo. ¡Sentiría la falta de mi
padre y de mi madre!.
Cuando veo un charco de lodo lo
rodeo. Veo zapatos enlodados y tapetes sucios. Mis hijos se sientan en el. Ven
represas para construir, ríos para cruzar y bichos para jugar.
Yo solo quisiera saber, ... Si los hijos nos fueron dados para
enseñarles o para aprender de ellos...
… …
Los cuentos Zen nos invitan a la
reflexión ayudando a ver la vida y las circunstancias que vivimos desde una
perspectiva diferente proporcionando la luz necesaria para iluminarnos ante
situaciones en las que el apoyo que clarifique ideas es importante. Actúan en
nosotros como ancianos conocedores de la música del corazón del mundo desde
tiempos inmemoriales aportando las respuestas que les pedimos con un toque
fresco de inocencia, esa misma que los adultos vamos perdiendo al crecer en
edad.
Tal vez es buen momento para cuestionarnos si debiéramos volver a
mirar con los ojos de los niños, para apreciar las cosas con sencillez, vivir
sin rodeos, caminar con el corazón abierto y disfrutar lo que la vida nos da, como lo hacen ellos, cuidemos darles un buen ejemplo.
"La mayoría de los niños oyen lo que dices, algunos niños incluso hacen lo que dices, pero todos los niños hacen lo que haces."
Katleen Casey Theisen - socióloga estadounidense
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