“Nuestro destino nunca
es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas.”
Henry Miller – escritor
estadounidense (1891-1980)
Cada ciudad en
cualquier lugar del mundo tiene sus sitios especiales, que no tienen que ver
precisamente con los más conocidos, concurridos o importantes, sino con esos
otros que tienen un encanto peculiar que -sin saber bien porque-, cautivan, atrapan, nos alegran, aligeran el
ánimo, … ¡y que agradable resulta caminar por allí!, … sin hora, sin tiempo, sin
limitaciones, olvidando dificultades, sólo sintiendo nuestra propia compañía,
caminando entre gente que no conocemos y tampoco vemos, que nos proporciona un
inexplicable bienestar que reconforta el corazón.
Tantas
veces como las circunstancias nos agobian, tantas veces como las inevitables preocupaciones
están presentes, tantas otras cuando las tristezas que a todos en algún momento
nos alcanzan y sensibilizan, evitamos bajar los brazos, tratamos de ver lo positivo,
y ahí es cuando la ciudad nos presta esa rambla que con su especial olor a sal,
nos deja encontrar la cercanía del mar en la que perdernos, o esas callecitas
arboladas, por donde el sol se cuela, con el aroma de la vegetación, que podemos caminar despacio, sintiendo que abrigan nuestra fragilidad.
Las
ciudades en las que vivimos son el hogar colectivo dentro del cual está nuestro
hogar personal. ella nos abarca, y sabemos que cada vez más la violencia,
agresividad y peligros de distintos tipos están presentes así como lugares que
se convierten en guetos donde no podemos llegar sin riesgo, pero en ellas
tambien podemos encontrar lugares que resultan entrañables, porque en ellos
recuperamos recuerdos, dejamos volar la imaginación o simplemente olvidar los
compromisos que debemos cumplir al dia siguiente, donde las emociones vuelve al
origen, y podemos alejar miedos, angustias, sinsabores y sentirnos libres y al
mismo tiempo contenidos.
Y
de vez en cuanto todos debemos regalarnos una escapada a ese nuestro ‘espacio’
especial, ese que vemos cuando cerramos los ojos, el que sentimos está allí
para nosotros cada vez que lo necesitamos, para el que no tenemos que ir
demasiado lejos, tal vez está muy cerca de nuestra propia casa, donde aflojar
tensiones, aclarar ideas, enfocar metas, recuperar sueños, esos sueños que se
nos van arrugando con el trajín cotidiano y del que volvemos en paz, alegres, sintiendo como dice la canción "... yo renaceré sin mis pasadas frustraciones y amigo mio intentaré hacer verdad mis ilusiones tendré mi rumbo definido feliz así de haber nacido ..." , satisfechos
por habernos dedicado el tiempo para hacerlo, con energía y voluntad para retomar
la realidad que nos está esperando donde la dejamos, con expectativas, esperanzas y renovadas ilusiones.
imagen: Parque Rodó, Montevideo, Uruguay
.
“Me di cuenta
rápidamente que no hay viajes que nos lleven lejos a menos que se recorra la
misma distancia en nuestro mundo interno que en el exterior.”
Lillian Smith – escritora
estadounidense (1897-1966)
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