“Antes de casarme tenía
seis teorías sobre el modo de educar a los niños, ahora tengo seis hijos y ninguna
teoría.”
John Wilmot – poeta y
escritor inglés (1647-1680)
La infancia es un
tiempo acotado, finito, dura sólo unos años, y es tan importante como que
durante ese período el niño absorbe del entorno y esa experiencia lo
enriquecerá o lo marcará durante el resto de su vida ya que dependiendo de cuales
hayan sido sus vivencias éstas posiblemente influirán en sus conductas de
adulto y su forma de relacionarse, aún en edades avanzadas se ha comprobado que
quienes tuvieron experiencias felices con sus padres durante la niñez manejan
de mejor forma su situación en la vejez,
cuando menos eso señalan estudios especializados.
Más
allá de lo técnico, ese breve espacio que la vida nos regala para disfrutar de
nuestros hijos es un tiempo irrenunciable que luego recordaremos con alegría, y
no es imprescindible que dediquemos muchas horas para ello, -horas de las que
generalmente no disponemos-, porque el trabajo y las responsabilidades que como
adultos tenemos no lo permiten.
Hay
que tener claro que lo que hagamos hoy con los niños, las experiencias
educativas o de recreación que les ofrezcamos serán el eje alrededor del cual
se moldeará la personalidad y las conductas que redundarán en adultos sanos, y
por otro lado todos sabemos que cada vez tenemos que atender más cosas y
disponemos de menos tiempo por lo que habremos de –con ingenio y habilidad- encontrar
ese necesario espacio para compartir.
Podremos
hacerlos participar de lo que hagamos en la cocina, cuando reparamos un mueble,
o acompañándolos cuando pintan o ven una película, podemos cantar, conversar,
jugar o mirar fotos con ellos, eso hará
la felicidad y alegría de cada momento. No es necesario que nos sintamos
culpables por no salir a pasear, lo imprescindible es compartir el disfrute de
una manera que logre esa necesaria unión, que cree el hábito de ‘hacer y estar
juntos’, ya el transcurso de los días irá decantando los gustos y preferencias
de cada uno.
Dar
mucho tiempo no asegura calidad, estar presente es lo importante aunque sólo sea
un ratito cada día, los fines de semana –aún restando horas al descanso- sin
duda lograremos que se sientan queridos, seguros, confiados, importantes en
nuestra vida, felices y nosotros nos beneficiaremos de lo mismo que les estemos
dando, conociéndonos, tomando conciencia de familia, integrándonos, aprendiendo,
aprovechando de la forma que podemos el mayor regalo que la vida nos
proporciona.
“La sociedad
verdaderamente humana es la sociedad del aprendizaje, donde los abuelos, los
padres y los niños son todos estudiantes.”
Eric Hoffer – escritor y
filósofo estadounidense (1902-1983)
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