"Aléjame de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños.”
Khalil Gibran -
poeta, pintor, novelista y ensayista libanés ( 1883 - 1931 )

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Orar - sin palabras, ... desde el corazón

"Si tienes un amigo recorre con frecuencia el camino hacia su casa, de lo contrario corres el peligro de que crezca la maleza y no encuentres el camino". - Proverbio oriental  

Creer o no creer en la existencia de un Dios es un eterno tema de discusión en el que más allá de los argumentos esgrimidos a favor o en contra de cada tendencia de opinión y sin importar la forma en que lo llamemos, Dios, Allah, Yahvé, Buda, etc, es una forma de relacionarnos con una energía espiritual que nos excede.

Tener fe en alguna de esas deidades es tener la seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no  vemos y esa fe nos lleva a querer mantener un vínculo a través del cual podamos conectarnos y sentirnos escuchados.

La conexión la entablamos a través de la oración, y para hacerlo no es necesario recitar de memoria oraciones aprendidas, orar es una necesidad interior que busca solamente un encuentro  intimo y personal con el Dios en el que creemos. Cuando oramos buscamos comunicarnos con ese ser amigo en el que sentimos podemos apoyarnos, dialogar con él, y esa intimidad nos dará sosiego espiritual, .

Y si hablamos de un Dios amigo al que seguramente recurriremos en momentos difíciles para pedir y en momentos de bonanza para agradecer, cabe aquí señalar que la oración no tiene que ser grandilocuente, sino un momento de intimidad  y desde el corazón, como dice San Agustin:

"La verdadera oración no está en su voz, sino en el corazón. No son nuestras palabras, sino nuestros deseos los que dan fuerza a nuestras súplicas. Si invocamos la vida eterna con la boca, sin desear desde el fondo de nuestros corazones, nuestro grito es el silencio. Si no hablamos, sino que deseamos de todo corazón, nuestro silencio es un grito." 

Orando cuidamos la relación con Dios, tal como lo haríamos con un amigo cercano, poniendo el corazón, fortaleciendo un vínculo especial que podemos mantener desde nuestro silencio interior.

"La oración es el desahogo de nuestro corazón en el de Dios."
San Pio de Pietrelcina - religioso capuchino y santo italiano (1887-1968) 
 

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