Tales de Mileto - Filósofo y matemático griego (624-546 aC)
Hay lugares del mundo donde la naturaleza se muestra en toda
su exuberancia, el esplendor es tal que podríamos pensar –con justa razón- que
son lugares con alma, verdaderos pulmones del mundo, que sorprenden y
maravillan, donde sentimos nuestra pequeñez frente a tanta hermosura que se impone.
Tomamos al azar dos de ellos que tienen en común el agua
y su magnificencia en un espectáculo apabullante: La cascada Salto del Ángel en
Venezuela, Sudamérica, y Las Cataratas Victoria del río Zambeze
en África.
Cascada Salto del Ángel
En el estado de Bolívar, al sureste de Venezuela, dentro del
Parque Nacional de Canaima, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
en 1994, se encuentra el Salto del Ángel, la cascada más alta del mundo con 979
metros de altitud, llamada por la etnia de los pemones, -indígenas nativos de
esa zona-, kerepakupai verá o kerepakupai merú, que significa “salto desde el
lugar más profundo”.
Aunque existen varias historias respecto a quien descubrió
el lugar, el explorador Ernesto Sánchez, que en 1910 notificó el hallazgo, y también
el piloto norteamericano Jimmy Angel, quien accidentalmente aterrizara en ese
sitio en 1937. Los indios conocían y temían el lugar donde creían habitaban
espíritus malignos, lo que rodeó de misterio la montaña y la enorme catarata.
Ríos, selvas tropicales y 115 tepuyes o mesetas planas rocosas
que sufrieron la erosión durante millones de años son el marco donde brota
potente la columna de agua en medio de un ensordecedor bramido, para
desaparecer entre la bruma provocada por la misma agua al pulverizarse, lo que
impide apreciar el espectáculo en toda su magnitud, agua abundante proveniente
de intensas lluvias tropicales.
Lugar de difícil acceso al que para conocer implica aventurarse
en un azaroso viaje por aire, sobrevolando el Cañón del Diablo formado por las
aguas del río Churún hasta el Salto Ángel, un lago de frías aguas y una
frondosa y espesa vegetación con palmeras y árboles tropicales playas de arena muy
blanca y aguas rojizas por efecto de taninos procedentes de la misma vegetación
completan un paisaje de excepción.
Contemplar el colorido de las aves, respirar el aroma a
selva mojada, escuchar el ensordecedor rugido de las cataratas son parte de la
propia naturaleza del lugar, que le dan identidad propia, única, considerada
por los indios como hogar de su dios, y no cabe duda que es un digno lugar para
los dioses.
Cataratas Victoria
En el corazón del Parque Nacional de
Mosi-oa-Tunya, conocidas y llamadas desde siempre por los lugareños ndebele, como Mosi-oa-Tunya, o el “humo que truena”, descubiertas luego por
el explorador y misionero escocés David Livingstone en 1855, quien les dió el nombre de su reina, Victoria, las Cataratas Victoria del rio
Zambese que corre en la frontera entre Zambia y Zimbabwe en el sur del
continente africano, curiosamente no
son un salto de agua en una montaña, sino fisuras que ha ido formando el propio
rio a través de miles de años.
Impresionante belleza de una naturaleza que se transforma
cuando el río que corre lentamente -en medio de un enorme y ensordecedor rugido- se precipita al vacío por esas fallas, desde
una altura de unos 100 metros, en una extensión de 1,7 kilómetros, conformando la
cortina de agua más larga del planeta, con enorme fuerza vertiendo en las
épocas de lluvia hasta 500 millones de litros de agua por minuto, de los que
sube una gran nube de humo blanco o vapor de agua.
Consideradas
Patrimonio de la Humanidad, éste accidente geográfico caprichoso da lugar
a un espectáculo fascinante y sobrecogedor que agrega en la época del año en
que las aguas disminuyen su causal, una piscina natural
formada por las piedras justo al borde mismo del salto, llamada Piscina del
Diablo, donde -sin olvidar el peligro- se puede nadar con seguridad, para
quienes decidan tomar el riesgo.
Un paisaje
en el que es común ver pájaros, babuinos, jirafas, elefantes, hipopótamos y
cocodrilos, en libertad, al que se llega en viajes largos tomando como
referencia Johannesburgo, un lugar singular donde el visitante puede sentir
plenamente la grandeza de la abrumadora naturaleza que le rodea.
… …
El alma de la naturaleza omnipresente en cada uno de éstos
dos lugares para los que cualquier calificativo es insuficiente.
Fuente:
“En la naturaleza nada hay superfluo.”
Averroes - filósofo y médico hispanoárabe, maestro de filosofía y leyes islámicas, matemáticas, astronomía y medicina (1126-1198)
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