“El
orgullo contrapesa todas las miserias. O bien las oculta o, si las descubre, se
ufana a si mismo por haberlas conocido.”
Blaise
Pascal – polímata, matemático, físico, escritor y filosofo francés (1623-1662)
Según indica el
diccionario orgullo es un exceso de estimación hacia uno mismo y los propios
méritos por lo cual la persona se siente superior a los demás o el sentimiento
de satisfacción hacia algo propio o cercano que se considera meritorio.
Si
nos detenemos a considerarlo, es cierto que valorar nuestros logros, reconocer
nuestras cualidades o las habilidades que sabemos tener y ‘estar’ satisfechos
por eso es algo natural, casi está en el sustento de la autoestima, siendo el
mejor estímulo para seguir adelante lo que sin duda no es igual a ‘ser’
orgulloso sintiéndonos superiores, creyendo no necesitar nada de nadie y por
ello menospreciar a quienes nos rodean, poniendo un muro entre nosotros y los
demás, aislándonos.
Un
sentimiento complejo, para una palabra cuyo origen viene del término hebreo
‘gaon’ cuyo significado es orgullo, altivez, arrogancia, una emoción que nos
puede hacer perder de vista nuestra
posición en la sociedad y el mundo cuando sin darnos cuenta permitimos que se
desmadre, cuando unido al afán de poder, riqueza, alimentamos una suerte de
avasallamiento de los derechos de otros, permitiendo que termine en conductas
destructivas.
Los
límites del orgullo positivo, el que nos beneficia, produce felicidad y nos
alienta, como en toda otra situación son delgados y difícil es no
sobrepasarlos, cayendo en actitudes que llegan a la soberbia, cuando
equivocarnos y asumirlo no es una opción, sentimos que somos perfectos, no
aceptamos sugerencias y nos creemos superiores e imprescindibles.
Aceptemos
el orgullo positivo, el que nos convierte en mejores personas, el que valora
nuestros esfuerzos, el que nos permite construir, liberándonos del negativo que hace oídos
sordos y menosprecia la opinión o el apoyo de los demás, el que nos hace vivir
pendiente de las apariencias, el que no nos permite ver, convirtiéndose en un
tirano que enferma nuestra vida.
imagen: Caras Ionut
“Pido
pues a mi orgullo que siempre vaya del brazo de mi cordura. Y cuando me
abandone mi cordura, pues le gusta alzar el vuelo, que mi orgullo vuele siquiera
del brazo de mi locura.”
Friedrich
Nietzsche – filósofo, poeta, músico y filólogo alemán (1844-1900)
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