"Aléjame de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños.”
Khalil Gibran -
poeta, pintor, novelista y ensayista libanés ( 1883 - 1931 )

miércoles, 22 de junio de 2016

Templanza, moderación, equilibrio - ... poniendo distancia a las ofensas

“Sufrir una ofensa no es nada, a no ser que nos empeñemos en recordarla.”
Confucio - pensador chino (551-479 a.C.)

Todos necesitamos sentirnos aceptados, considerados, queridos, respetados, también necesitamos poder tener el control de lo que nos rodea y que afecta nuestra vida, vivir no implica sufrir y cuando eso sucede no logramos aceptarlo.

A quien no le ha tocado en algún momento de la vida sufrir agresiones verbales o físicas, destratos, experiencias injustas, ofensas, situaciones frustrantes, ocasionadas por otras personas, que producen un desequilibrio emocional, sentimientos de inseguridad o dolor y muchas veces llevan a un estado de miedo, angustia o resentimiento e incluso en algunas situaciones nos hacen pensar en el deseo de venganza confundiéndolo con justicia.

Existe una antigua leyenda que deberíamos recordar la próxima vez que recibamos un insulto, tratando de ponerla en práctica en los próximos inconvenientes que tengamos, y que aquí les dejo.

En el Japón feudal cerca de Tokio viví­a un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen y la meditación a los jóvenes. A pesar de su edad, la leyenda decía que aún era capaz de derrotar a cualquier adversario.

Cierta tarde, un guerrero, conocido por su total falta de escrúpulos, y por utilizar la técnica de la provocación, -esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento  captaba los errores cometidos contraatacando-, apareció por allí­.

El joven e impaciente guerrero sabía la reputación del samurai, estaba allí­ para derrotarlo aumentando así­ su fama.y aunque los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, el viejo maestro aceptó el desafí­o.

En la plaza de la ciudad el joven comenzó a insultar al viejo maestro arrojándole piedras, le escupió a la cara, gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo a sus antepasados para provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, exhausto y humillado, el guerrero joven se retiró.

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

– ¿Cómo ha podido usted soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aún sabiendo que podí­a perder la lucha, en vez de mostrarse cobarde ante todos nosotros?


– Si alguien se acerca a tí­ con un regalo, y tú no lo aceptas, ¿a quien pertenece el regalo? preguntó el samurai.


– A quien intentó entregarlo – respondió uno de los discí­pulos.

– Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia, la humillación y los insultos – dijo el maestro. – Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los carga consigo.”
… …

La templanza, es la virtud de la moderación y el equilibrio para filósofos y pensadores, sin embargo para el común de los seres humanos encontrar la forma de sortear situaciones de agresión, del tipo que sean, que si bien dependen en alguna medida del carácter que cada quien tenga, es sin duda un desafío y la manera de escoger como superarlo, una actitud muchas veces difícil de adoptar.

Tal vez tomar como ejemplo la filosofía oriental del relato pueda hacernos más fácil encontrar la forma de distanciarnos de la angustia que nos produzcan situaciones agresivas que nos ofenden, en una suerte de mecanismo de defensa, despersonalizándonos, encontrando así el equilibrio, para impedir que esos hechos nos hieran. Nada y nadie puede hacernos daño si no se lo permitimos, y –aunque no sea fácil- de nosotros depende lograrlo.

“Quien me insulta siempre, no me ofende jamás.”
Víctor Hugo - poeta, dramaturgo y novelista francés (1802-1885)

1 comentario: