“Cuando uno
no vive como piensa, acaba pensando como vive.”
Gabriel
Marcel – filósofo, dramaturgo y crítico
francés (1889-1973)
Vivimos en
una sociedad cada vez más enferma, donde las conductas que podríamos considerar
‘normales’ se distorsionan, exigidos por múltiples obligaciones, cumpliendo con
trabajos que no nos gustan, o en ambientes familiares donde las relaciones son
inadecuadas o agresivas, y así vamos llevando el tiempo acostumbrándonos a lo
que no debiéramos tolerar, sin darnos cuenta del daño que a todo nivel eso nos produce.
Pero no
debemos caer en el razonamiento simple y facilista de decir que –sólo de
nosotros depende cambiar tales situaciones-, porque no depende únicamente de nuestra
voluntad, muchas veces estamos atados a responsabilidades familiares, sin
importar cuál sea nuestra posición como padres o hijos, somos responsables de
situaciones económicas que no podemos desatender, obligándonos a mantener
relaciones laborales que nos disgustan, o estamos dentro de una relación familiar que
nos desgasta de la que no nos podemos liberar creyendo así beneficiar a los
hijos.
Cada uno
sabrá que condicionamientos están presentes en su situación personal, y más
allá de los libros que leamos, de las recetas que nos den, de los
condicionamientos individuales, el límite hasta donde nos permitimos llegar lo
ponemos nosotros, sin olvidar que vivir situaciones difíciles repetidas en el
tiempo produce un acostumbramiento en el que sin querer nos vamos abandonando,
porque como alguien dijo, no siempre las cosas son fáciles de resolver y soplar
‘no siempre es hacer botellas’.
La sociedad
nos quiere convencer que la vida es maravillosa, aunque parezca una utopía, tal
vez llegar a la felicidad implica transitar caminos que no son fáciles, hay que
esperar el momento oportuno para que los cambios necesarios puedan hacerse
realidad, y ahí si –sólo de nosotros depende- el darnos cuenta cuando es el
momento en que no debemos seguir sometidos a lo que nos hace mal y si estamos
frente a la oportunidad de poner un alto, cuando ya hemos tolerado más de lo
deseable, cuando no podemos seguir sometiéndonos a ese vapuleo de nuestra dignidad.
Los tiempos,
las decisiones, los límites hasta donde llegamos y cuando no debemos seguir
permitiendo que el egoísmo ajeno nos maltrate, los ponemos nosotros y como cada
casa y cada vida es un mundo diferente, cada uno sabrá hasta cuánto está
dispuesto a soportar y cuanto y cuando puede arriesgar de hacer esos necesarios cambios
para poder instalarse en ese mundo ideal, que no siempre conseguimos alcanzar a pesar de
los intentos.
Una cosa sí
es clara, no existen recetas mágicas, los psicólogos darán guías para
orientarse, pero los demás no podrán hacer por nosotros lo que nosotros mismos
no estemos dispuestos a hacer, no vivamos de espaldas a nosotros mismos, no esperemos tocar fondo o sufrir el cimbronazo de una situación límite, no
caigamos en los extremos de la tolerancia o la intransigencia total, el hasta
cuando es exclusivamente nuestra decisión, el tomarla o no es la diferencia
entre vivir o sólo existir.
“Si es un
deber respetar los derechos de los demás, también lo es el defender los
propios.
”Herbert Spencer – naturalista, filósofo, psicólogo, antropólogo y sociólogoi ingles (1820-1903)
”Herbert Spencer – naturalista, filósofo, psicólogo, antropólogo y sociólogoi ingles (1820-1903)
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