“El orden es el placer
de la razón, pero el desorden es la delicia de la imaginación.”
Paul Claudel – escritor
y diplomático francés (1868-1955)
Cada
ser humano es un mundo particular y personal, cada persona tiene sus
características peculiares en las que confluyen la influencia del entorno en el
que ha crecido, la cultura y costumbres de su época y lugar, las enseñanzas
recibidas, las circunstancias que le ha tocado vivir y sin duda los rasgos
propios de su personalidad. Unas serán afectuosas, otras reservadas, algunas
alegres otras tristes, unas egoístas otras conciliadoras, las habrá curiosas, creativas,
emprendedoras, ansiosas, disciplinadas, cuestionadoras, obsesivas, permisivas y
cada una dejará su impronta en su propios medio familiar y condicionará sus pautas
y forma de vida.
En
ese variado abanico de personalidades todos podemos reconocer que el ritmo de
vida actual nos obliga a multiplicar nuestras actividades, a correr contra el
reloj, y sin quererlo a descuidar el orden de la casa lo que muchas veces
termina en una acumulación innecesaria de objetos, generalmente fuera del lugar
adecuado, pero también conocemos personas que son perfeccionistas y se
obsesionan por la limpieza y el orden colocándose en el extremo opuesto de las
primeras exigiéndose a si mismas un esfuerzo mayor que a veces no es suficiente
para sus propósitos.
Las
últimas tienen una personalidad obsesiva que no les permite aceptar que algo no
esté limpio y en el lugar que le corresponde, su comportamiento es repetitivo e
inflexible haciendo de la disciplina y la limpieza un modo de vida rígido que a
pesar de excederse en la higiene paradójicamente termina en enfermedad, que es
importante reconocer, aceptar y si es necesario consultar con un terapeuta
entendido.
Por
el contrario aquellos que viven en el desorden no pudiendo organizar su vida ni
su casa, y a pesar de entender que los desborden las actividades a que están
abocados, están negándose a si mismos la oportunidad de facilitar su quehacer,
de ver con mayor claridad, de disfrutar de un ambiente acogedor, con un desorden
relativamente ordenado y cómodo, incorporando la idea de que el tiempo que
creemos perder o no tener para ordenar o deshacernos de lo que no necesitamos
se convertirá en el mejor aliado para vivir mejor.
Encontrar
el equilibrio en cualquiera de los dos casos hará que nos sintamos mejor, controlar
los rasgos que caracterizan nuestra personalidad condicionando un mejor estado
de ánimo, haciéndonos cargo de nuestro bienestar, eliminando en lo posible los
factores que nos impiden vivir plena y satisfactoriamente, haciendo para
mejorar nuestra autoestima es un ejercicio en el que debemos ponernos en marcha
sin más titubeos para evitar que entre la necesidad compulsiva de limpiar y el
desastroso desorden quedemos sepultados en el caos.
“No puede haber orden
cuando hay mucha prisa.”
Lucio Anneo Séneca – filósofo,
político, orador y escritor romano (4 a.C.-65 d.C.)
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