‘Envejecer es como escalar una gran
montaña: mientras se sube, las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre,
la vista, más amplia y serena.’ – Ingmar Bergman - cineasta sueco (1918-2007)
La vida se compone de ciclos, nacemos,
crecemos, vivimos, morimos, … y el ciclo se repetirá en cada ser humano.
Tambien podemos distinguir etapas, durante nuestro transitar por esta vida,
niñez, adolescencia, juventud, adultez y vejez, cada una con sus
características y peculiaridades que las distinguen tanto biológica, emocional
como socialmente. Si bien esas etapas desdibujan sus límites ya que el proceso
de maduración, la forma de vida en sí misma, las enfermedades y/o accidentes
que pueden sobrevenir, no son iguales en todos los individuos, lo que si es
similar en todos los casos es el apego a la vida misma, y sin importar
obstáculos o dificultades los individuos
se aferran a su existencia.
El curso natural de la vida muestra una
línea ascendente desde el nacimiento hasta la adultez, donde se equilibra y así
se mantiene hasta que comienza el declive que acompaña a la vejez hasta el final
de los días, y es en ésta etapa donde aún para aquellas personas naturalmente
sanas y vitales se comienza a notar la fragilidad que acompaña al propio
desgaste del organismo, pese a lo cual todos tratan de enlentecer el proceso
que resulta inevitable en un intento de autoconvencimiento de que el final no
nos alcanzará mientras estemos activos, nos cuidemos y sentimos que envejecen
sólo quienes pierden la alegría de su ‘niño interior’, diciéndonos a nosotros
mismos frases como aquella de que ‘viejos son los trapos’, y así mantenemos
nuestra seudo-juventud.
Sin embargo no todo debe verse de manera
negativa. La ciencia en la sociedad actual permiten tener una expectativa de
vida mucho más larga que en generaciones anteriores y eso permite prolongar los
años de la vejez en condiciones saludables, ofreciendo tiempo extra, claro que
dependiendo de cuan dispuestos vamos a estar a variar nuestras metas y puntos
de vista, y así como seguramente la actividad física deba tener sus límites, no
será así con muchas otras cosas que nos permitirán disfrutar un tiempo de
calidad.
Es una etapa a la que llegamos sin
opciones de elegir diferente, lo que si podemos optar es a tomarlo como un período
de transformación, donde podemos descubrir cosas que en nuestro años jóvenes
por compromisos de estudio, trabajo, familia o profesión no pudimos realizar y
que debemos tomar como compromiso. Ineludible que resultará en beneficio a poco
que lo probemos.
En el convencimiento de que vejez no es
sinónimo de pérdida atrevámonos a mirarnos en el espejo viendo allí al joven
que fuimos, sintiendo que aún estamos en camino y que ese camino será enriquecedor
en la medida que mantengamos el ánimo arriba, valorando el no estar sometidos a
requisitos de horarios, rutinas ni imposiciones de la sociedad, y que cuando lo
hagamos sea por nuestra propia decisión. No olvidemos aquella frase que dice: ‘viejo
es el viento y todavía sopla’, … mientras la salud no sea impedimento, no
permitamos que nos encasillen en estereotipos, ni nos privemos de hacer que
nuestro último tiempo –que no sabemos cuan largo o breve será- merezca la pena
de ser vivido, con alegría, sin arrepentimientos, por el contrario satisfechos
de haber llegado aprovechando el caudal de experiencia acumulada.
Nota: Las imágenes, del fotógrafo
norteamericano Tom Hussey forman parte de la serie ganadora en el año 2010 del
premio «Communication Arts Photography Annual«, utilizada para la campaña de
comercialización de Novartist para la Exelon Patch, un parche de terapia que se
usa para el tratamiento leve a moderado de la enfermedad de Alzheimer.
‘Nadie es jamás tan viejo que después de
un día no espere otro.‘ – Lucio Anneo Séneca - filósofo, político, orador y
escritor romano (4 a.C- 65 d.C)
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