“Quien
no vive de algún modo para los demás, tampoco vive para si mismo.”
Michel
de Montaigne – filósofo y escritor francés (1533-1592)
La muerte llega sin
aviso, salvo las excepciones de quienes sufren alguna enfermedad que va
anunciando con anticipación el cercano final de una persona y aún en
esos casos cuando el momento llega siempre es igualmente inesperado.
Nos
acongojamos, lloramos, de alguna forma -con ciertas diferencias de un país a
otro y según las tradiciones y costumbres de cada lugar-, realizamos determinadas ceremonias honrando la memoria de quien ha muerto, desde el velatorio común hasta algunas otras relacionadas
con las creencias religiosas, y hacemos el duelo, ese período de tiempo en que
los recuerdos se agolpan en la memoria trayendo al presente momentos que
vivimos con esa persona que acabamos de perder.
En
algunos lugares se mantiene la costumbre de visitar el cementerio donde
están los restos de nuestros seres queridos, llevar flores y eso lo repetimos
en varias fechas señaladas, durante años, a modo de ritual que demuestra nuestro
cariño celebrando y agradeciéndoles por haber sido parte de nuestra vida.
Sin embargo, aunque
parezca un contrasentido, muchas veces urgidos por los compromisos, faltos de
tiempo y absorbidos por múltiples obligaciones nos olvidamos de celebrar de la
misma forma a quienes aún nos rodean y enriquecen con su compañía nuestro vivir
cotidiano. Se nos pasan por alto las fechas, no recordamos agradecer lo que nos
dan y todos sabemos que nada hay más gratificantes que recibir el saludo de
quien nos recuerda en el día de nuestro cumpleaños, o la felicitación oportuna
luego de un acontecimiento especial, aún siendo mayores cuando eso no suceden
la tristeza que provoca el olvido es inevitable.
Si celebramos a quien
muere –y es bueno que así lo sea-, en una demostración de cariño y respeto que
entendemos impostergable, con la misma razón celebremos agradezcamos,
halaguemos la vida de los que viven nuestro mismo tiempo con una flor, un
libro, un detalle, una atención a tiempo, una palabra, mientras estamos juntos aquí y podemos
compartir, que éste tiempo es finito y no sabemos cuando –sin previo aviso- pueda
terminar.
“Podemos
decir que estamos realmente vivos, solamente en esos momentos en que nuestros
corazones son conscientes de nuestros tesoros.”
Thornton
Wilder – dramaturgo y novelista estadounidense
(1897-1975)
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