“Necesitamos la vida entera para aprender a vivir, y tambien -cosa sorprendente-, para aprender a morir."
Séneca – filósofo latino (2-65 a.C.)
Nacer y morir son actos cotidianos a los que prestamos atención cuando de cerca nos tocan. Hay momentos en que nos alegran nacimientos esperados y otros en que la vida nos
enfrenta a la pérdida de seres queridos, para éstos últimos no hay momento oportuno, y
cuando tenemos más edad es mayor la frecuencia en que tales circunstancias se
repiten, y es ahí, que cuando esto sucede, la tristeza nos vapulea, nos sentimos vulnerables, y nos planteamos
cuan cerca estamos de ese inevitable final, podremos hacer todo lo que aún ansiamos?, la vida nos dará permiso.un tiempo más?.
Unas veces se trata de amigos con
quienes hemos compartido años de actividad, o familiares cercanos o vecinos que
conocemos de toda la vida, en algunos casos personas mayores que nosotros, en
otros de nuestra misma edad con vivencias comunes, algunos incluso mucho
menores que nosotros, a quienes hemos conocido niños y visto crecer, y la
constante se repite, con un único punto en común, nosotros, cada vez nos sentimos más solos, despojados de esos
afectos que nos han acompañado y ya no estarán.
Y aparecen los miedos, no el miedo a
la muerte en si misma, sino el miedo al probable sufrimiento y dolor que ella
pueda implicar, el miedo a quedarnos solos si nos toca ver la partida de los
que nos rodean y nos acompañan en la mayor cercanía, o la preocupación de ser
nosotros quienes nos vamos, sabiendo que algunos aún necesitan de nosotros y no
queremos dejarlos desprotegidos, aún sabiendo que la vida misma hará para que
encuentren soluciones y nuevos caminos para seguir.
La muerte es un tema que tratamos de
evitar, que siendo jóvenes no consideramos, que vemos lejano y ajeno, pero que
siendo mayores, aún teniendo un ánimo jovial, un talante alegre, un modo de ver
positivo, abierto a lo nuevo, a los cambios, con muchas ganas de hacer y seguir
haciendo, sentimos que nos interpela, nos llama a la reflexión, mueve nuestros cimientos y nos hace
sentir la fragilidad de la vida que se
va yendo a trocitos, a pesar de la fortaleza y voluntad que le queramos
aportar.
Claro que no depende de nosotros,
cuando la muerte nos toque así será, y habrá frases que tratarán de justificar
el hecho señalando que todos allí vamos y que quienes se van sólo se nos han
adelantado, lo cierto es que mientras tanto sólo podemos mantener el recuerdo
de momentos festivos, anécdotas felices y circunstancias risueñas de aquellos
que ya no están y honrar su memoria viviendo, haciendo sin postergar, intentando –aunque a veces
cueste-, ser felices hasta el final.
En mi recuerdo de un breve y cercano tiempo: Maria Teresa (Mima); José (Pepe); Roberto; Hilda; Jorge (el Gordo); Daniel; Aída.
En mi recuerdo de un breve y cercano tiempo: Maria Teresa (Mima); José (Pepe); Roberto; Hilda; Jorge (el Gordo); Daniel; Aída.
“Como un mar, alrededor de la
soleada isla de la vida, la muerte canta noche y dia su canción sin fin.”
Rabindranath Tagore – filósofo y
escritor indio (1861-1941)
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