Muchas veces no damos la debida importancia a las palabras para relacionarnos, llamando a cada cosa por su nombre, y eso se nota cuando uno está rodeado de niños pequeños, que están aprendiendo a expresarse y balbucean sonidos que generalmente nos cuesta comprender.
He leido un bello texto de la escritora argentina Nadina Tauhil, médico psiquiatra de profesión, sobre el uso de las palabras y lo asocié a la relación -años atrás- con mi nieta pequeña de sólo 2 años de edad por ese entonces, la frustración que significaba esa comunicación difícil en la que cada palabra nueva puesta en su boca era una gran satisfacción para mí y una enorme alegría para ella, donde cada sílaba lograda era festejada.
El inventor de las palabras
En el principio no habia palabras, solo letras.
La falta de palabras causaba grandes problemas a los habitantes de la ciudad, que sólo podría nombrar veintisiete cosas, resultando en todo tipo de confusiones y malentendidos. Hasta que un día a Uno se le ocurrió que si juntaba una letra con otra se podrían crear nuevos sonidos, y así nombrar muchas más cosas.
Fue entonces que Uno, se quedó irse con las letras a una cueva en la montaña, y no volver hasta haber encontrado una manera de nombrar a todas las cosas. Quería poder nombrar al animal de carga, al agua que se acumula al lado del palacio, a la nena colorada.
Le tomó mucho tiempo pero una a una, las palabras, fueron surgiendo. Primero juntó dos letras, después tres, cuatro y así muchas más. Una vez que las letras estaban una al lado de la otra, él las pronunciaba juntas y hacia memoria para ver a cuál de las cosas de la ciudad le grababa el sonido. Así, el animal se llamó caballo, el agua lago, la nena Natalia. Y cuando por fin Uno había encontrado todas las palabras y se disponía a volver a la ciudad, se dio cuenta de que todavía no existía una palabra para los labios cuando se juntan.
Uno salió de la cueva para tomar un poco de aire y reponer sus energías. Cuando miré hacia abajo, descubrí que Natalia corría hacia la cima de la montaña. La niña llegó a la cueva, abrazó a Uno con todas sus fuerzas; y lo besó.
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Un magnífico cuento que pone de manifiesto la barrera que significa para el buen entendimiento no contar con las palabras justas, como dice José Saramago: "Las palabras son
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